En este espacio doblemente delimitado por un muro de piedra y otro
vegetal, pretendió Andrés Gayoso desarrollar una idea conceptual cuyo
significado completo hoy se nos escapa. Mandó construir dos barcas en
piedra, una de guerra y otra de pesca y una figura, el señor de la
sierpe, como intermediario entre los dos mundos: el de aguas calmas del
estanque de arriba, hoy llamado "de las virtudes" y el de aguas turbulentas del de abajo que conocemos como "de las vanidades".
El emplazamiento de los estanques, en línea oblicua con el eje
longitudinal de la crujía principal del palacio, puede parecer extraño
a una mirada poco atenta y, sin embargo, responde a un doble y lógico
condicionamiento: por una parte, el aprovechamiento hidráulico del río
Boo que atraviesa la huerta de Oca (los estanques actuales se
construyeron sobre el lugar que ocupaban un antiguo molino de agua y su
correspondiente estanque, construcciones que, por el testamento de Doña María de Neira, sabemos existían como mínimo desde 1594); por otra, la
situación de las torres de la capilla con las que está en eje. Esta
elección de la capilla como eje no es casual y habrá que tenerla muy en
cuenta en la interpretación que se haga del discurso de los estanques.
Las obras en esta zona, bastante bien documentadas en el Archivo
Ducal de Medinaceli (Sección Oca), comenzaron en la segunda década del
setecientos y se prolongaron durante menos de una quincena de años. En
este periodo se sustituyó el antiguo estanque del molino viejo por dos
estanques en fábrica de piedra separados por un dique y se trasladó el
molino de agua de su primitivo emplazamiento (muy posiblemente el
actual embarcadero del estanque de las vanidades) a la cabecera del
estanque de las virtudes. Las plantaciones del boj que rodea el
perímetro de los estanques deben datar al menos de esta época, lo que
les da una edad mínima de unos trescientos años.
La sucesión de obras descritas que se producen sin solución de
continuidad, pues apenas terminado un trabajo se contrata ya el
siguiente, indica un plan preconcebido. Además, la preocupación que
traslucen los contratos de obligación tanto por las representaciones
simbólicas de las figuras pétreas, "piedras bien formadas y trabajadas de artillería [...] a punto de disparar"; "dos leones [...] sobresalientes sus blasones", como por los efectos del agua al caer, "cuya agua ha de salir de la boca de dicha sierpe [...] ha de caer sobre una pila redonda de cinco cuartas" señalan inequívocamente la intención de desarrollar un discurso muy preciso.
Parece evidente, o al menos es la hipótesis más plausible, la
intención del I Marqués de San Miguel das Penas de representar el
conjunto de los estanques como un barco invertido (las aguas en lugar
de rodear el barco lo llenan) por el que navegan dos barcas menores
jugando a una contraposición simbólica y polisémica entre la tierra y
el infierno, la vanidad del mundo (representadas por la barca de guerra
de abajo) y el paraíso (simbolizado por el barco de pesca de arriba),
todo ello presidido por la capilla que parece flotar entre la
vegetación.
Por clara que pueda parecer esta interpretación, deja al margen
muchos elementos que habría que integrar en una explicación más
matizada. Así, por ejemplo, nada dice de los monstruos heráldicos que
adornan el barco de guerra, ni de las almenas y bolas (bombas) que
rodean los estanques, ni del papel que juega el caballero de la sierpe
en cuya apariencia puso el marqués especial cuidado como se deduce del
contrato de obligación en el que se especifica: "[...] un
gigante de tamaño y estructura de nueve cuartas de alto y todo lo
demás, en proporción, con sus vestiduras y con su capa y virrete, con
una sierpe al hombro en toda forma perfecta, la cual ha de servir de
caño y conducto capaz para recibir toda el agua que sale del estanque
de arriba al de abajo, cuya agua ha de salir de la boca de dicha sierpe [...]"
Esta figura alude claramente al mito fundador del linaje de los Neira pues según Don Servando "descienden
de Darío, gran cazador, hijo de la Reina Loba y que mató una sierpe, a
orillas del Río Arce, que ahora se llama Neira, de donde tomaron nombre
y asentaron su solar".
Como quiera que esta reina loba está vinculada por otros mitos al
Apóstol Santiago y al proceso cristianizador de Galicia, no es
aventurado pensar que los estanques recogen un discurso
genealógico-religioso aún por descifrar. Abunda en esta idea el hecho
de que, muerto Andrés Gayoso, su hijo, Fernando Gayoso y Arias Ozores,
abordara, sin solución de continuidad respecto de las obras de los
estanques, la construcción de la actual capilla barroca a partir,
posiblemente, del antiguo oratorio de María de Neira.