Es considerado como uno de los mejores retratistas del Renacimiento español. Discípulo de Sánchez Coello en Madrid, sucedió a éste como pintor de cámara del rey Felipe II. En 1598 sube al trono Felipe III y se convierte en retratista oficial de la corte y de la nobleza de Madrid. Siguiendo la tradición flamenca, sus retratatados, sobre fondo oscuro y normalmente de pie, muestran sus lujosos ropajes y ricas joyas con minuciosidad. A su vez, en el tratamiento de los rostros se aprecia su conocimiento del retrato veneciano, fundamentalmente de Tiziano, así como un primer paso al retrato psicológico. Estos retratos de corte a la española servirán a los que más tarde realizasen Velázquez o Carreño de Miranda.